viernes, 27 de mayo de 2011

Putas, una Cronica anunciada

Pagar por sexo puede ser una experiencia caliente, tierna y reconfortante. Ya en el tramite de vestirse, quien va de putas puede tener la suerte de recibir consejos sabios con forma de la honestidad poética e intima con la que a veces se comunican los desconocidos.

Como la mayoría de las cosas, ir de putas también puede ser sórdido y horrible, pero eso no puede sostener la hipótesis de que siempre es sórdido y horrible.

-Vas a terminar solo, sin tu mujer y sin esa chica, pero es lo que tiene que pasar, me dijo Brenda mientras me duchaba. Brenda es una turca doblando los treinta, mendocina, con una cicatriz de cesárea en la panza y ojos azules. Durante un año tuve media hora de sexo, diez de charla, diez de ducha con buena presión, más o menos una vez por semana, al mediodía.. Un día Brenda, que atendía en un edificio de Tribunales donde vive un periodista amigo, se mudó y le perdí el rastro.

Brenda no se llama Brenda, yo no me llamo Leo. Protegidos por la impersonalidad del látex, nos sentimos cálidos de todas maneras, siempre le pagué al entrar, estoy seguro de que Brenda prefiere que yo ahora esté contento a pesar de solo y yo espero que se haya resuelto la Sucesión de una finca que la llevaría de vuelta a Mendoza, cosa que tal vez pasó.

Hay una sola razón para que lo de Brenda haya sido tan amable. Brenda es una puta profesional y yo soy un profesional de ir de putas.

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