viernes, 27 de mayo de 2011

Apoyado por un suenio

Una vez, mi padre me dijo: "Hijo. El amor es como una sardina que no entra en su lata". La verdad, es que nunca entendì que corno quizo decirme. Hasta hoy.
El perturbante pitido del cojido despertador. Las 6 AM acosaban los leds rojos del radio reloj y una versión poco acertada de los stones se escuchaba en version Bossa, cantado por una especie de andrógeno ser en el dial.
Busqué en mi catálogo matutino mi más marcada cara de orto y la porté con hidalgía por la mañana.
Un Sarmiento repleto de carne y gel de exportación abrumaba mi búsqueda diaria. Un apetecible toto para apoyar en esas 9 estaciones que me separan del infierno. A la izquierda solo había una masa indescriptible vestida con pollera a cuadros. A la derecha, más huevo que en la defensa del Racing del José (con Perfumo, el Coco y todo). Y delante un contenido culito en un pantalón de corderoy. Abro un parentesís virtual aquí: Los que apoyan o alguna vez apoyaron, saben que no hay nada peor para rozar con la mano o el amigo que un corderoy. Mierda del universo textil, feo al tacto, rasposo, y te eriza los pelos. Una cagada. Nada como una calza, o un buen joggin, se siente la piel.
Como el que no sabe si elegir entre agrandar o no el combo decidí, así, sin más, por el culito devenido en corderoy.
Un roce amigo. Una caida con los dedos por debajo de las cachas. Una pequeña agarradita con la yema del anular para que se acerque, hasta la bien conocida separada de piernas con mis pies. A todo parecia acceder la señorita. Debo decir que era una veinteañera de rasgos humildes pero atrevidos. Pechos cortos y casi amigos. Muy linda cola y labios de chupa poronga (perdón).
En un momento, donde el tren ya estaba en su cúlmine, donde no sabes si cojes o te cojen. Mientras yo seguia con mi violación indecente de ese corderoy. Siento una mano que roza mi apretado bulto. Ya con mi mayor cara de asco, esperaba ver al hijo de remilputa que me manoteo el ganzo. Oh, allí mi grata sopresa, que esa mano acompañaba un brazo, que se juntaba a un cuerpito que vestia corderoy.
Ahí mismo, le arrime el amigo y entre tanto guateque de carne y trajes sentí que no fue accidental y que seguia con su devolución. Entonces, como pude, con el cuerpo ensortijado, tomé mi celular y frente a sus ojos escribí un mensaje que decia:"bajo en once, venís conmigo a algún lugar" (mensaje pelotudo y forma cobarde de invitar a alguién si las hay).
Espero un rato a que ella lo leyera y que nadie mas de los otros que intentaban leer lo hicieran. Y con poca esperanza de que diga que si, por que nunca dicen que si, me sorprendí al ver que sacaba su celular y escribía lo siguiente: "bueno. por no tengo lugar".
Listo, le guiñe el ojo, me puse bien atras de ella, y le metì la mano en el orto casi hasta darselo vuelta. La estuve manoseando y tocando hasta la morbosidad. La gente miraba y debía sentir lastima por la niña violada, pero como ella se quedaba y sonreía, nadie decía nada.
Al bajar en Once, el primer problema. Lo nuestro era morbo del vagón. Difícil encarar nuevamente. ¿Como volver a decirle que me la quería garchar hasta desnucarla? Le dije como me llamaba. Le pedí que me dejará llamar al laburo para avisar que llegaba tarde. Y le dije que si quería la invitaba a un hotel de la zona que conozco.
Lo que paso es para otra historia, pero la verdad es que fue muy bueno. La tengo agendada y a veces la veo. Pero esta historia era simplemente para tratar de ilustrar un consejo que mi viejo me dijo hace mucho tiempo. Y ahora, al leer bien, me doy cuenta que no lo resume ni lo explica en los más mínimo. Así que disculpen la perdida de tiempo. Es que pensé que por ahí acá le encontraba el significado. A ver si alguien me ayuda por favor?

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