Estimados foristas, todavía no salgo del asombro y del shock de alegría. Varios annos de viajes laborales por todo el mundo me han afinado el ojo para las situaciones gateriles espontáneas o lo que es decir, el sinnúmero de triquinnuelas a las que algunas féminas recurren para obtener réditos a cambio de su don más preciado.
Lugar Natal, hermosa plaza del nordeste brasilero. Cuarto día que paso por shopping cercano al hotel, casa de mallas de mujer, vendedora modelo 1991 (tuve que pedir indentidade).
Sentado en un banco frente al negocio, hora de salida. Se despide de la otra vendedora y queda conversando con pareja de conocidos. Camina, saluda otra vendedora de otro negocio y continúa. Achicamos distancia y sin mirarnos el clásico *oi*, caminamos hasta afuera del shopping y con una frialdad que espanta -procura um taxi que eu vou ficar esperando na otra rua-
Ya fue la perdí pensé- Y me subí a pagar un viaje al pedo. Muy seriecita, con su metro sesentaicinco, su pantaloncito jean como para anoréxicas, una discreta cartera y su carita de munneca, ahí subió.
Lo que siguió da como para colgar los botines a cualquier gatero. Dolce amore, ese fue el motel (ya había sido probado previamente).
En fin, muita vergonha, você e a terceira pessoa que eu faço isto, la luz apagada y no pt. 200 RS y la mejor xp que me haya acontecido alguna vez en Brasil, al menos en cuanto a caramelos.
Celular, promesa de repetición, taxi en su compannía, chofer escuchando música religiosa en portugués que la minina entonó como un angel, lo que en verdad fue.
Qué relato pelotudo, es una mentira grande como el Pan de Azucar jaja
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