viernes, 27 de mayo de 2011

me las vi negra en Ludana

Hace tiempo que deseo relatar experiencias de ultramar, pido disculpas si no es éste el subforo adecuado.
Me encontraba en Luanda, la capital de Angola, luego de un cruce desde Brasil. La costanera de la ciudad me traía una cierta reminiscencia a Santos en Brasil, aunque con un aspecto de destrucción y de mayor pobreza. Nos habían recomendado un bar sobre la bahía, que creo se llamaba Planalto, lucía unas enormes rejas y tenía guardia armada camuflada y con arma larga.
En su interior podía verse concurrencia de aspecto europeo e incluso mujeres blancas, cosa difícil en esos momentos, todavía de guerra civil en la ex colonia portuguesa.
Luego de beber unas cervezas que producían una jaqueca infernal y en medio del calor tropical, me acerco a conversar en portugués con dos morenas, ambas poseedoras de una lacia y muy peinada cabellera de indudable adquisición comercial.
No me explayaré en las peripecias del viaje desde el sur del Brasil hasta Angola, solo diré que fueron 17 días de cruce por el Atlántico Sur, por lo que volver a ver el sexo femenino parecía un sueño, aunque luego pueda convertirse en pesadilla.
Luego de un intercambio de palabras con las simpáticas morenas, busco la asistencia de algún valiente entre mis camaradas, a lo que uno de origen ucraniano ya algo entonado decide compartir la mesa.
Las niñas en cuestión nos invitan a su "casa", la que nos dicen que está cerca. Previa aclaración de el efectivo que teníamos en condición de gastar (muy poco por cierto, no habíamos recibido todavía ninguna paga), salimos a pie en búsqueda del placer y la aventura.
Ya era de noche en la capital angolana, y de repente uno se da cuenta que está en el Africa. Caminamos unas tres cuadras, lo suficiente como para alejarse de las construcciones que me recordaban a Brasil, para comenzarnos a internar en lo profundo de la miseria tercermundista.
Ya en medio de un paisaje en el que cualquiera de nuestras villas miseria parecen Puerto Madero, mi compañero ucraniano me dice: "y esto qué cosa, nos van a matar".
Ya habiendo pasado el "aborting point" (punto de no retorno), no quedó más remedio que seguir y tratar de pasar la noche, ya no de la manera más placentera posible, al menos con el menor sufrimiento. Recordé el chiste de Dunga Dunga o muerte, y me hice de lo único posible en esas situaciones: valor y resignación (y si es preciso relajación).
Luego de atravesar unos diminutos pasillos en los que se escuchaba hablar ya no el portugués sino dialectos nativos, incluso a nuestras acompañantes con ocasionales vecinos, entramos a algo que podía decirse era una casilla de un solo ambiente y sin baño.
Para ese entonces, me encontraba bañado en sudor, que pese al calor del trópico, lo sentía helado.
Nos llevan a los dos a un espacio abierto entre las chozas, que hacía las veces de baño a cielo abierto, y parados en unos ladrillos, calzados con ojotas que nos facilitaron las chicas, nos bañaron o literalmente, nos baldearon, en medio de un panorama que la decripción detallada la evito por cuestiones de estómago.
Ingresamos a la casilla y tratamos de iniciar lo que ya casi me había olvidado y motivo principal de nuestra visita, un garche.
Ante la imposibilidad de concentrarme al ver al ucraniano, un hombre no muy grande, con una negra tamaño gorila, decido salir a la puerta y esperar así resolvíamos la situación por separado.
Luego de esperar un rato paso y ya en soledad, no se como, pero llego al ansiado final, lo que solo me interesaba como medio para emprender la retirada en buenos términos, ya que de esos sitios solo se entra o se sale en compañía.
Luego de despedir a mi compañero, que se queda bebiendo de las cervezas revienta cabezas que un niño nos acercó hasta la puerta, me marcho en compañía de mi compañera ocasional, que luego de recibirme un dinerillo muy pequeño, me acompaña hasta el mismo local del encuentro.
Al reencontrarme con el resto el grupo, no sabía cuanto tiempo había pasado, si un par de horas o de años, pero con la satisfacción del deber cumplido.

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