viernes, 27 de mayo de 2011

Aficionadas en la Playa

Me encontraba en la maravillosa República de Costa Rica, en escala marítima en viaje hacia la costa oeste de los U.S.A.
En compañía de un colega y tocayo mío, nos encaminamos a la ciudad costera de Puntarenas (todo junto) no confundir con Punta Arenas (separado y más frío).
Buscando un lugar de diversión y confiando en la juventud aún vigente, nos acercamos a una suerte de hotel en la playa con música, barra y baile al estilo nordeste brasilero.
El ambiente era bastante agradable, ya que la gente es muy amable y el medio social un tanto menos desfavorecido que el de otros países de la zona.
Mientras saboreábamos unas cubatas acariciados por la brisa del trópico, comencé a observar hermosa pendeja contorneándose al ritmo de salsa. La niña en cuestión y pese a su ocasional compañía, cruzamos miradas que para ese tiempo todavía engrupían de seducción (sino preguntar a Berlusconi).
No pasa un rato que me hallaba bailando (o simulando hacerlo) con dicha señorita, de pelo castaño y ojos un tanto verdes, mientras que veo a mi compañero haciendo otro tanto con otra hermosa tica de pelo negro pero tez blanca.
Luego de pocos temas, la salsa no es precisamente en lo que dos argentinos puedan lucirse, nos ponemos a conversar e inmediatamente surge la invitación a caminar por la playa.
No nos alejamos más de 50 metros del lugar, cuando empiezan los besos y manotazos, para ese momento comenzaba a sospechar de nuestra capacidad de seducción, ya que no habíamos esgrimido billeteras, amén que la condición de mi tocayo, quien se encontraba realizando prácticas, nos impedía de ejercitar lo que hoy, varios años después, me resulta tan natural.
Para aumentar mi asombro, mi colega me dice que la convenció de ir a un telo, así que caminamos unas cuadras hasta llegar a algo así como una casilla de dos plantas.
Ingreso a una habitación muy precaria, con ducha pero sin baño, nos pegamos un baño previo, realmente el cuerpo de la joven, de 21 años menos 4, me impresionó y como para dulce nostalgia, el amigo comenzó a crecer sin pedir permiso ni avisar.
Pasamos a la camucha y sin mayores artes que un misionero, incluso no hubo oral, recuerdo aun el calor que ardía en ese cuerpito sin un miligramo de grasa con pechos firmes y óptimo volumen.
El final fue sin estrépito pero muy dulce, produciéndome esa somnolencia inevitable y que aun hoy me ataca después de un buen garche.
No hubo mucho tiempo para la relajación, ya que el dulce momento de disfrutar la aventura marítima, se comenzó a enrarecer por comentarios de mi compañera, que lejos de ser el tradicional “conocí a otros hombres pero como vos a nadie”, o “no vayas a pensar mal de mi, yo no suelo hacer esto”, me sale con “mi madre me dice que tengo que salir con hombres de afuera”.
Pese a contar con unos cuantos años menos, ya algo ducho en los placeres gateriles le pregunté sin vueltas cuanto quería, a lo que me dijo un prudente 20 uss. Luego de prometerle el pago, le expreso mi molestia por la actitud y por no aclarar las cosas en el inicio.
No termina el enfriante diálogo que tocan la puerta y es la “novia” de mi colega que cae en bolas a la habitación. Ante la sorpresa mía y la de mi compañera, comienza a manotearme el ganso y a franelearme.
El mal ambiente que se había creado con la otra niña amén de no haber habido el suficiente tiempo de recuperación, pese al entusiasmo, me impidieron de reiniciar algo con la amiga de mi amigo, que para ese momento se hallaba duchándose, sin sospechar todavía de las intenciones de las doncellas en cuestión.
Como era de esperar, al reencontrarse mi colega con su veloz enamorada, comenzaron los gritos y el quilombo. Mi compañera, que ya había recibido su regalo, guardaba silencio, y yo muy a mi pesar, no disponía del suficiente efectivo que de todos modos el hombre se negaba a desembolsar. Luego de insultos y amenazas pasó un taxi salvador que nos alejó de la escena de los hechos.
Ignoro que fue de la vida de mi tocayo, pero seguramente si tiene esposa y familia o si peor aún, la tuvo, recordará que finalmente no era mucho lo que su amiga reclamaba, diríamos hoy apenas una propina, que con sus 19 y el cuerpazo que me ofreció gentilmente (¿supongo que no iba luego a reclamarme a mi también?) bien lo justificaba.

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