viernes, 27 de mayo de 2011

Carnaval en Praca Maua

Me encontraba de reparaciones en el Estaleiro Renave, en Niteroi. Corría el peligroso mes de febrero en Río de Janeiro, y como para no desaprovechar los momentos libres, emprendí como en los días previos, el camino hacia la otra vera de la Bahía.
Arribados a Praça XV, caminamos hacia Rio Branco, a disfrutar do carnaval do povo, ya que no existía voluntad de desembolsar el emolumento que el sambódromo requiere. Me hallaba en compañía de algunos soviéticos que muy contentos se sacaron fotos con la madrina de la escola.
Casi como llevados por el viento, pese a provenir de Niteroi, desembocamos en Praça Mauá, que para el ambiente en que me crié, fue el sitio de interés carioca por excelencia, superando al Corcovado y al Pan de azúcar, y solo quizás comparable al Help de Copacabana, pero más portuario.
Praça Mauá en esos días de carnaval, lucía casi como un sitio turístico, no envidiando a Montecarlo o Niza, o más bien eso era lo que mi ansiedad me hacía alucinar.
Subiendo las estrechas escaleras del Florida, se desplegaba el espectáculo de la disco (con perdón de las disco), repleta de brasileras y de tripulantes de los seis cruceros que atracaron en Río ese día.
Nos sentamos como siempre en una mesita y a pedir cerveza. Me saludo con una señorita ya treintañera y un tanto seria con la que había charlado noches antes.
“Você sai, eu fique muito triste”, “você foi com otra minina”, y otros comentarios que enternecían el cuore y despertaban al amigo, así que no pasó mucho que empezaron los manotazos cuasi adolescentes. Es de destacar que el ambiente generalizado se iba descontrolando, comenzando a verse los besos y franeleos interfemeninos, como directamente el zarpe mixto.
No dando ya más, la tomo a mi compañera de la mano en dirección a otro hito legendario del viejo Río, el hotel Puma.
Al bajar por la escalera, hacemos parada en la misma, donde me realiza un desenfrenado PT, ante la mirada casi indiferente de los transeúntes, ya que en esos días, nada era para asombro.
Caminamos, diría corremos los escasos metros que nos separaban de ese templo del amor que tantas alegrías ha deparado a generaciones de viajeros.
Nos encaminamos derecho al baño a tomar ducha, ya que la caminata más el quilombo del boliche, más la temperatura, más la calentura, había hecho eclosión.
Con una furia desesperada nos reventamos en la ducha, aunque sin penetración ainda, ya que procurabamos el látex (tampoco la pavada).
Mi agradable amiga, que me decía que ella tenía profesión, que no trabajaba de eso (esos versos en Brasil son muy comunes), era una flaca de 1,75 de altura aprox, de contextura delgada y fibrosa.
“Eu quero que você me leve como uma noiva”, esa fue la antesala de la tragedia (casi).
La alzo como una novia para llevarla a la cama, haciendo equilibrio en el piso mojado del baño, y al ingresar a la habitación, tarde advierto la presencia del escalón.
La penumbra del telo, se convirtió en negrura total, siento un toc contra el piso, en un instante pensé en mi mujer (era casado), en el capo máximo (un viejo agreta y ultracreyente, que vigilaba el ganado de 7 a 19 every day y no me iba a ayudar en nada), en la piba (se mató pensé).
Como en los partos, los gritos y llantos trajeron la alegría, escuché los quejidos de ella, y ahí comenzaron los míos.
Cayó primero ella, y yo di mis costillas contra su cadera.
Nos fuimos a la cama a tratar de consolarnos y a decir verdad, la calentura venció al dolor, y le dimos con furia hasta cerca de las seis, que era mi check out time (comenzaba a laburar a las siete).
Ella toma un papel de la cartera, y me da el número de su celu.
Esa fue mi última noche en Río, pero antes de partir decido pegarle un llamado, más que todo para saber como había quedado de la caída.
Me dice que estaba en una audiencia con el juez; le pregunto si por su divorcio, ella me dice “eu falei que eu tenía profissao, eu so advogada”. Sigo sin creer que lo sea, pero lo concreto es que miro el papel donde ella me escribió su número y en la parte de atrás justo era el encabezado de una hoja que decía “Juzgado Federal de Río de Janeiro”

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